Muchas veces en nuestras vidas nos sentimos como si fuéramos inservibles.

Pero no importa lo que haya ocurrido o lo que ocurrirá, nunca perderemos valor ante los ojos de Dios.

“Pisoteados, arrugados, o impecablemente planchados, somos apreciables para Él.”

El valor de nuestras vidas no se establece por lo que hacemos ni por a quién conocemos sino por los que SOMOS.