Cada día recibimos grandes lecciones de parte de nuestro Padre Celestial, muestras de su amor y poder… si estamos abiertos ¡podemos verlas claramente!
Este año he aprendido muchas cosas, pero hay una especial que quiero vivir a plenitud.  Creo que es la enseñanza más fundamental que a través de la Biblia el Señor nos quiere dar:  Valemos por lo que somos, no por lo que hacemos.

En nuestras sociedades y sistemas, se ha dado mucha importancia a lo que hacemos, más que a lo que somos.  De allí  dichos tales como ese que dice: “como te ven te tratan”, etc.   Muchas personas se llevan toda la vida tratando de hacer algo… para tener un reconocimiento… para estar contengo consigo mismo…

Pero Dios una y otra vez nos dice: no es por obras… aún estando muertos en nuestros delitos y pecados Él murió por nosotros… ¡Él nos conoció y amó desde antes de ser concebidos!

La verdad es que no podemos hacer nada para que Dios nos ame más… ni podemos hacer nada para que nos ame menos.

Lo pondré en un ejemplo sencillo: un padre de familia es amado, querido, valorado y necesitado no porque pone el pan en la mesa (aunque eso es muy importante)… sino por lo que es.  ¡Cuántas veces hemos escuchado sermones acerca de que debemos amar a Dios por lo que Él es, no por lo que hace por nosotros!! Y así es… pero también Él nos ama así, por lo que somos, no por lo que hacemos.

En eso estriba la diferencia entre tener una religión y tener una relación personal con Dios.  Las religiones buscan “hacer” cosas para agradar a Dios; mientras que la relación pone énfasis en el “ser”.

Obedecer es importante, por supuesto, así como hacer lo correcto y las motivaciones con lo que lo hacemos… pero muchos de nosotros perdemos nuestra autoestima cuando fallamos, creemos que hemos perdido el amor de Dios y de los que nos rodean.  Otros nos sentimos fracasados cuando perdemos ese empleo, el matrimonio o aquello que pensábamos que nos daba valor o nos hacía importantes.
Si comenzamos a reconocer que somos importantes como seres individuales, humanos… creación de Dios, hijos de Él (para quienes lo han aceptado y recibido como dice en Juan 1:12), e inculcamos ese amor incondicional a nuestros hijos, mejoraremos mucho en nuestra autoestima y la de nuestros hijos.

Tú eres amado por Dios tanto que prefirió morir por ti que vivir sin ti!!!
Rosa Amelia Díaz
[email protected]