En la Gran Isla de Hawai crece una pequeña planta delicada cuyo nombre es Sensitiva, miembro de la familia de Mimosa.
Su nombre se debe a un movimiento que hace cuando algo, incluso un cambio en el viento, la roza o atraviesa.  En ese instante, la planta tropical americana, con tronco y espinas, se pega a la tierra.

A menos que la estés observando directamente, no podrás distinguirla de la hierba o la maleza del área y puede ser aplastada con facilidad debajo de nuestros pies.

Cuando el sol se levanta en el pacífico sur, la diminuta Sensitiva se abre tan amplia como le es posible y se eleva hacia la calidez de los rayos nacientes del sol.  Esta minúscula y plegable planta, tiene un mecanismo inherente que causa que se doble con facilidad y se recoja, resguardándose de cualquier cosa que pueda causarle daño.

Sin embargo, la Sensitiva no puede distinguir entre un segador de césped que viene hacia ella para cortarla, o el hombre que se acerca para protegerla.

Cada uno de nosotros posee la innata necesidad de guardarnos del daño y de aquellos que podrían lastimarnos.  Dios nos ofrece Su Palabra como manual para equiparnos, con el fin de estar alertas a los designios del enemigo y prepararnos para saber cómo protegernos.

Podemos despertar mañana, aun cuando llueva o la nieve caiga y recibir Su calidez, amor, protección y Su unción en el día que comienza para nosotros.

Dios nos bendijo con Su sensibilidad, pero debemos estar alerta, usando las herramientas que proveyó para nosotros sus hijos.

Salmo 105:15
No toquéis a mis ungidos.

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