Oh hombre, tu Dios te creó con una fuerza sin igual,
Con la que puedes dominar al más fiero y fuerte animal.
No importa si es un gran pez o un gran reptil,
Bajo tu poder está y con habilidad lo someterás.

Oh hombre, Dios te ha dado, en parte, la potestad del universo dominar,
Has trascendido las esferas con tus naves espaciales,
Con satélites y radares para investigar que hay más allá;
Has lanzado proyectiles computarizados para a tus enemigos destruir y derribar.

Oh hombre, eres tan ejemplar creación de tu Divino Autor
Que no podemos más que admirar tus talentos, virtudes e ingeniosidad
Que con astucia sabes ejecutar para el bien o el mal de la humanidad.

Disfruta, hombre, la bendición de tu familia formar,
Y con gran tesón y pasión tu todo por ellos entregar.
Te ha dado Dios la dicha y el don de procrear y llenar tu aljaba de saetas,
Como dijera el rey David, y que puedes de ellos orgulloso estar.
Hombre, te pido que con esa fuerza e inteligencia con que riges el mundo,
Ternura le puedas agregar y los cuerpecitos de tus pequeños tocar
Y palpar de cerca lo que siente un hijo al calor de la sangre amada.

Oh hombre, eres objeto de atracción con tus hombros anchos,
Con tus músculos de atlético luchador, con tu espalda triangular, haces a todos admirar,
Más, cuando hay armas en tus puños, trueno en tu voz y furia en tus ojos,
Haces a todos bajo tu techo temblar, y aún al bebé de pecho llorar.

Al león y demás especies se les dio una fuerza salvaje para sobrevivir en su reino
Y aún entre ellos se contempla algo tierno, cuánto más a ti, hombre,
Que te dio la fortaleza acompañada de la razón, para dialogar, para planear,
Para amparar con bienestar, para reír, para gozar y así llevar una buena vida familiar.

Sigue adelante, hombre, si fueres un padre, cumple tu rol a envidiar,
Si fueres un hombre sin prole, tu valor no se ha ido, persigue tu ideal.
Pero, cuidado, hombre, nunca dejes a tu Cristo de lado,
Procura que sea Él siempre la brújula que guíe tu destino,
Para que así puedas amar de verdad, y a todos, un sabio legado dejar.

Al final del pensamiento, oro por los hombres de mi patria:
Que puedan al Señor sus vidas doblegar.
Oro por los hombres de mi iglesia: que aprendan ante Cristo sus vidas humillar.
Oro que Dios bendiga a los hombres santos que con testimonio fiel,
Busquen a Dios agradar y con mucho juicio sus casas y sus cosas gobernar.

¡Que vivan los hombres guapos en apariencia y en coraje,
Que no se acobardan ante la adversidad y la necesidad
Sino que se saben con valor y empeño a cada una enfrentar,
Y con cada gota de sudor de su frente pagar!

¡Que viva el hombre engarzado, en la vida de mi esposo amado,
Cuyo modelo es digno de imitar porque es totalmente desprendido, es generoso,
No es envidioso, sabe amar, sabe aconsejar y hace a sus hijos recapacitar,
Y ante todo sabe perdonar,
Conozco a ese hombre y digo que sí hay hombres, ¡hombres de kilates, hombres de verdad!

¡Qué vivan los hombres!

Ana de Irigoyen