Jim Burns cuenta:

Cuando era adolescente, definitivamente tenía una relación normal de sube y baja con mis padres. Mamá era una mujer muy agradable. Posee, incuestionablemente, más paciencia que cualquier otra persona que yo conozca. Crió a cuatro muchachos Burns, y a mi padre y aún así se mantuvo sana. En realidad, ella era bastante lista. Yo acostumbraba a meterla en problemas las veces que podía hacerlo y escapar.

Uno de mis pasatiempos favoritos cuando estaba en sétimo grado era que, cada vez que un hombre adulto estaba afuera regando su césped y nosotros estábamos pasando en nuestro automóvil, yo bajaba la ventanilla, le silbaba y me agachaba. Por supuesto, esto causaba la impresión de que había sido mi mamá quien le había silbado. ¡Cómo se volvía loca!

Entonces, un día en sétimo grado, ella me curó la silbatina para siempre. Yo estaba apasionada y locamente “enamorado” de Chris Morris. Chris era la chica más popular en sétimo grado. Ella era treinta centímetros más alta que yo y, desgraciadamente, apenas sabía que yo existía. Mi madre y yo estábamos yendo hacia la tienda. Yo hice mi conocida rutina de silbar y agacharme. Esta vez mi mamá, con toda calma, hizo un giro en U en la mitad de la calle, condujo directamente hacia la entrada de la casa de Chris Morris y comenzó a tocar la bocina.

Este fue uno de los momentos más vergonzosos de mi vida, cuando Chris y su mamá miraron por la ventana. Calmadamente mi madre me preguntó si alguna vez iba a volver a silbar y agacharme. ¡Le rogué que diese la vuelta y prometí que nunca más lo haría.

Mi papá era un personaje de verdad. Le encantaban las bromas pesadas y se emocionaba cuando yo soy el que las recibe. Aquí va una de sus mejores bromas pesadas. El primer día de clase yo no podía apartar mis ojos de Cathy Boyd. Ella estaba hermosa y su sonrisa radiante me quitó el aliento ( ¿soy un romántico o qué? ). A pesar de no conocerla, me prometí a mí mismo pedirle una cita. De hecho, recuerdo haberle dicho lo siguiente a dos de mis amigos que había conocido ese mismo día:

” ¿ ven a esa chica allí ? ” ( apunté a Cathy ).
” Sí, es bonita, ” me replicaron.
” Bueno, voy a pedirle una cita “.

Ellos la contemplaron en toda su hermosura y me miraron a mí y se rieron.

Para hacer la historia corta, Cathy y yo nos hicimos buenos amigos. No éramos novios ( fue su elección, no la mía ), pero yo creía que un día íbamos a serlo. les dije a mamá y papá que creía qe había encontrado a la chica con la cual me casaría. Mi papá me preguntó si ya había salido alguna vez con ella y le contesté: “No”. Él se rió.

De todas maneras, llegó el gran día en el cual iba a llevar a casa para presentársela a mis padres. Ahora, recuerden que no éramos novios. Según palabras de Cathy, éramos “sólo amigos” . Le pedí a mamá que hiciera una cena especial, pedí prestada la porcelana a mi tía Mariana y realmente creé una atmósfera memorable. Le pedí a mi padre que mostrase su mejor conducta, y le rogué que no empezara con sus bromas pesadas.

Cuando Cathy y yo llegamos para la cena, la mesa estaba servida. Honestamente, nuestro hogar nunca había lucido tan agradable. No sé si Cathy se dio cuenta, pero mi mamá y mi papá estaban un poco nerviosos. Ambos estuvieron casi demasiado atentos a Cathy.

Nos sentamos a cenar. Mi papá estaba a mi izquierda, Cathy a mi derecha y mamá frente a mí. Mamá me pidió que orase. Cerré mis ojos y oré. Este era un gran momento en mi vida, tener a Cathy sentada a nuestra mesa familiar. Luego de completar mi oración tomé un profundo trago de mi vaso de leche delante de mi plato.

Sin embargo, muy rápidamente después de haber puesto la leche en mi boca, mi garganta me informó que aquello no era leche normal sino leche de manteca. Yo odio la leche de manteca. Mientras habíamos estado orando, mi padre había cambiado su leche de manteca por mi leche normal. Miré por el costado del ojo y pude ver que se reía, mientras mamá y Cathy estaban ajenas a mi problema.

Con mi mente a todo vapor, pensé en levantarme de la mesa y correr al baño. Pero la única elección que tenía era ser valiente y tragarlo. Traté. La leche de manteca buscó su camino a través de mi garganta hasta mi estómago. Mi estómago lisa y llanamente no quiso aceptarla. Mi estómago y esófago tuvieron una corta disputa ¡y la siguiente cosa de la que tuve conciencia fue que escupí toda la leche encima del mantel, comida y platos de todos !

Mi papá se rió, y mi mamá se enfureció con mi papá. Cathy dijo: ” qué grosero ” y yo desee arrastrarme hasta una cueva y morir. Es decir, morir luego de estrangular a mi padre. A pesar de esta experiencia, Cathy se casó conmigo de todas maneras ¡ y nunca sirvió leche de manteca en casa !

Jim Burns
Sobreviviendo a la Adolescencia.

Todos tenemos historias que recordar y contar de nuestros padres, durante la adolescencia. Y muchas veces nos es muy difícil entenderlos. Pero, a pesar de, necesitas saber que tus padres no son perfectos, que están aprendiendo a ser padres, durante el transcurso de tu vida.

Es por este mismo motivo que nos enfocaremos a entender primero a nuestros padres, para poder llegar a lograr una buena relación con ellos.

Más que avergonzarnos de papá y mamá, agradecer a Dios por sus vidas, y por lo que hacen por nosotros. Así que nos veremos en una segunda entrega.

Bendiciones.

Andrea Carrillo

Te recomiendo el libro de Jim Burns, Sobreviviendo a la Adolescencia, del Editorial UNILIT. Es un libro especial para ti joven, durante tu época de adolescencia.

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