Nehemías 4:2 “¿Podrán revivir las piedras de los montones de escombros quemados?”

Era tan solo un niño, de tal vez diez años, cuando fui despertado en una noche otoñal inusualmente caliente, por la sirena del departamento de bomberos voluntarios del pueblo.  Mamá en su ropa de dormir, papá en sus pantaloncitos y yo en mis pijamas de autos de carrera nos quedamos viendo en nuestro patio trasero cómo las llamas iluminaban la noche estrellada.  Era una vista lúgubre: la casa más grande y prestigiosa de nuestra vecindad de clase media estaba en llamas.

La mañana siguiente, papá y yo caminamos hacia allá para ver los daños.  Nuestros vecinos, quienes llegaron primero al lugar, ya examinaban al símbolo blanco de dos pesos, ahora convertido en un montón de ruinas humeantes.  La chimenea estaba todavía en pie como testimonio a su antigua gloria.  Me costaba trabajo creerlo: una casa tan elegante, la mejor de nuestro vecindario, era ahora un montón de carbones.  Observé humo todavía elevándose por entre la madera y piedras ennegrecidas.  El elegante moblaje, los modernos aparatos y el hermoso acabado en madera estaban totalmente chamuscados.

Como saben, las casas no son lo único susceptible a arder y quemarse.  La gente también se quema.  Estoy seguro de que algunos de ustedes también se han quemado, ¿verdad?  Las historias son similares.  Con un futuro prometedor entramos en la vida confiadamente.  Entonces, al igual que con la casa blanca en mi vecindario, una catástrofe inesperada ocurrió y fuimos marcados por las llamas de la vida: quemados… irreconocibles.

Observamos cómo el humo subía por sobre lo que quedaba del optimismo y la prosperidad de ayer.  Eso no debía haber pasado; no era parte del plan.  No somos los primeros en experimentar tal quebranto.  Nehemías experimentó la adversidad del fuego.  La ciudad natal que él y su gente reverenciaban había sido completamente destruida por el fuego.  El muro de Jerusalén, el emblema de la fortaleza y dignidad nacionales, había sido quemado.  Él mismo reconoció haber sido sobrecogido por la tristeza al recordar su anterior gloria.

Lo que hace la devastación peor es saber lo que una vez fue. Recordar cuán grandes eran las cosas nos hace sentir el infortunio aún más desalentador.  Se parece mucho a observar la casa más grande en nuestra comunidad reducida a un montón de cenizas.  Todos tenemos fotografías mentales, videos de nuestra vida antes de quemarnos.  Allí está papá empujándonos el columpio, a mamá cocinando, una situación de matrimonio feliz, un hijo saludable y un nosotros más joven.  De igual manera vemos los títulos universitarios nunca alcanzados, el amigo que nos lastimó, la oración no contestada, la inútil cuenta de ahorros para la jubilación, ahora sin valor y la carta de despido de la empresa en la que invertimos nuestra vida.

Historias humeantes, son recuerdos del gran fuego, aquel evento catastrófico en el que nos quemamos.  La pregunta aflora: “¿Y ahora qué?”  Cuando Nehemías oyó acerca de su amada Jerusalén, se sobrecogió de tristeza.  Su mente recorrió las fotografías de días mejores, la manera en que Dios lo había planeado y, simplemente no pudo controlar sus emociones.  ¿Podremos escuchar su angustia?  “Me senté y lloré, me lamenté, ayuné y oré” (Nehemías 1:4).

La respuesta emocional de Nehemías es predecible pero lo que hizo no lo fue.  Mientras Nehemías oraba, tropezó con la respuesta en su oración.  “Dale a tu siervo éxito HOY” (Neh. 1:11).  Cuando invertimos tiempo clamando a Dios, algunas veces oramos la respuesta, aunque sea por accidente.  Él sabía que no podía regresar a los años inocentes en que el muro había sido edificado inicialmente, pero podía usar aquello con lo que contaba “HOY”.

De esa oración, Nehemías determinó reconstruir el muro con los escombros de su antigua gloria.  Puedo imaginarme a Nehemías rebuscando entre los escombros del viejo muro quemado, recogiendo piedras chamuscadas pero reutilizables para reconstruirlo.  Les tomó esfuerzo, pero él y un puñado de hombres fieles y tenaces reconstruyeron el muro de la ciudad utilizando piedras quemadas de la tragedia de ayer.  La Escritura nos dice: “El muro fue edificado” (Nehemías. 7:1). Usando “sobras”, Nehemías construyó un nuevo muro que restauró la esperanza a su pueblo y le dio la gloria a Dios.

Pensamos que nunca podríamos ser usados como una vez lo fuimos.  Desde nuestro “fuego”, declaramos que nunca confiaríamos, enseñaríamos, daríamos conferencias, escribiríamos, o amaríamos de nuevo.  Habíamos dicho que ese capítulo en nuestra vida estaba cerrado.  Bueno, tal vez es tiempo de pensar de nuevo.  Las piedras quemadas no sólo son usables, son deseables.

Años después de que la mansión del vecindario se quemase, fui invitado a la nueva casa que la familia reconstruyó.  Tenía como 16 años cuando entré por la puerta principal a la gran sala diseñada alrededor del hogar más hermoso jamás visto.  Estaba construido de piedras oscuras, un tanto inusuales, que se elevaban hasta el cielo raso, montado con un asombroso sobre hecho de madera oscurecida.  Había sido construido para asombrarlo a uno al entrar a la sala… ¡y lo logró!  “¡Wow!”  Las palabras brotaron de mi boca antes de darme cuenta.  El dueño sonrió y dijo: “A todos les gusta el hogar.  Las piedras provienen de lo que quedó del fuego de hace seis años.  Y la pieza del sobre está hecha de varias vigas de piso que no se quemaron del todo”.

Es sorprende cómo algo tan hermoso puede ser construido de piedras y madera chamuscados.  Necesitamos saber que Dios utiliza piedras quemadas.  El Señor rebusca entre los fragmentos de nuestras tragedias, recogiendo pedazos que Él pueda usar de nuevo.  Él ayuda a la gente que se ha quemado a levantarse y reedificar sus sueños y cumplir su destino.  Y hoy, de toda la gente en el planeta, Él nos ha escogido a nosotros, quemados pero aún hermosos.  ¿Podremos creer que el tiempo nos ha llegado para levantarnos y reedificar?

William Baldwin
Fuente: www.AsAManThinketh.net

Queridos Hermanos:

Ninguno de nosotros pasa por la vida sin “chamuscarse” alguna vez.  De hecho, lo más probable es que nos toque experimentar situaciones catastróficas más de una vez en nuestro tránsito por este lado del cielo.  El autor del pensamiento de hoy aplica de manera muy sabia el relato bíblico de la reconstrucción del muro de Jerusalén a la manera en que Dios puede tomar los escombros resultantes de tales catástrofes personales para hacer algo nuevo con sentido y para bendición.

El Señor sabe qué utilizar de nuevo…aquello que tal vez no había sido muy apreciado cuando estábamos rodeados de tantas cosas que nos distraían pero que, al vernos “librados” de muchas de ellas, aprendemos no sólo a valorarlas sino a ver cómo Dios las usa para provecho.  ¿No es acaso hermoso saber que a Dios le encanta usar “piedras quemadas”?  Pues reconociendo que nosotros somos de esas piedras, sepamos dejarnos guiar y usar por el Salvador para construirnos un futuro mejor.  ¿No creen que valdrá la pena congregarnos este fin de semana para adorar al Señor de las nuevas oportunidades?  Adelante, hagámoslo y preparémonos para nuevas etapas para la gloria de Dios.  Que tengan un buen fin de semana con la bendición de Dios.

Raúl Irigoyen
El pensamiento Del Capellán.