La niña vivía en una casa pequeña, sencilla y pobre en la colina y mientras crecía, jugaba en un jardincito.

Al crecer pudo ver más allá de la cerca del jardín y al otro lado del valle, una casa maravillosa en la cima de la colina—y esta casa tenía ventanas doradas, tan doradas y brillantes que la niñita soñaba cuán mágico podría ser crecer y vivir en una casa así en vez de en una casa ordinaria como la suya.

Y aunque amaba a sus padres y su familia, anhelaba vivir en una casa dorada así y soñaba todo el día sobre cuán maravilloso y excitante se sentiría vivir allí.

Cuando alcanzó una edad en la que ganó suficiente habilidad y sensibilidad para ir más allá de la cerca del jardín, le preguntó a su madre si podía tomar un paseo en bicicleta fuera del portón y cuesta abajo. Tras rogarle, su mamá finalmente le permitió ir, insistiendo en que se mantuviese cerca a la casa y no se aventurase demasiado lejos. ¡Era un hermoso día y la niña sabía exactamente dónde ir! Bajando la cuesta y cruzando el valle, condujo su bicicleta hasta llegar a la puerta de la casa dorada en la otra colina.

Al bajarse de su bicicleta y recostarla contra el portón, se fijó en el camino que llevaba a la casa y luego en la casa misma… y se desilusionó al darse cuenta de que las ventanas eran sencillas y estaban más bien sucias, reflejando ninguna otra cosa que el desaliño de una casa abandonada.

Quedó tan triste que no fue más allá y dándose vuelta, se montó en su bicicleta. Al levantar la mirada, vio una vista que la asombró: allá, al otro lado del camino, de su lado del valle, había una casita y sus ventanas reflejaban oro… mientras el sol brillaba sobre su casita.

Se dio cuenta que ella había estado viviendo en su casa dorada y que todo el amor y cuidado que hallaba allí era lo que hacía de su casa una “casa dorada”. Todo lo que siempre había soñado estaba allí mismo, ¡frente a sus propias narices!

Fuente: www.rogerdarlington.me.uk

Muchos hemos oído el dicho que reza que el “pasto se ve mucho más verde del otro lado de la cerca”, queriendo esto dejar en evidencia nuestra tendencia a menospreciar lo que tenemos y envidiar lo que otros tienen, algo propio de nuestra naturaleza caída según nos lo describe la Biblia.

La narración de hoy nos presenta, de manera muy creativa el mismo principio pero agregando cómo pudiésemos estar tan engañados, aún por años, con una ilusión de cosas mejores más allá cuando la bendición que Dios ha puesto en nuestras manos es muy superior. Sepamos ser agradecidos con Dios y gozarnos en Su provisión.

Adelante y que Dios les continúe bendiciendo.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán