El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia;el amor no es jactancioso, no se envanece. 1 Corintios 13:4

Él quiere que tengas confianza en Su amor pero no que con fanfarronería hagas alarde diciendo: “Mi Papi es Dios, así que puedo hacer todo lo que quiera impunemente.” Mientras que tratas sinceramente de vivir tu vida en el Señor (y fallas en vivirla perfectamente), Él quiere que confíes en que Su amor cubre todos tus defectos. Entre más camines con Dios y madures en tu comprensión de Él, más estarás asombrado por Su amor y menos preocupado de meterte en problemas.

Continuamente Él nos muestra Sus “pequeñas bondades”, haciéndonos favores y haciendo que las cosas funcionen aun cuando parece que no hay solución. Puesto que a Él le importan nuestras necesidades diarias, Él nos viste y alimenta en Su bondad.

El amor de Dios no es celoso (contentamente generoso, no ansioso por obtener algo para Sí Mismo)—Porque Dios lo tiene todo y está totalmente completo en lo que es y quién es, no tiene pensamientos de que pudiera estar perdiendo algo o faltándole algo al continuamente darnos de lo que carecemos. Él no es tacaño, avaro o celoso del bien que nos hace a nosotros.

La envidia no nubla su vista como lo hace con la nuestra, y nunca se retracta de darnos porque “ya es hora” de que nosotros le demos a Él.
El amor de Dios no es jactancioso (nos promueve a nosotros, no a Sí Mismo)— Como el Todopoderoso, el Señor de señores, Dios no tiene ninguna necesidad de jactarse o de asegurar Su propia posición.

Una y otra vez Él actúa como nuestro Abogado, para darnos ventajas y ayudarnos, y para elevar nuestra posición en la vida.

Su concepto de grandeza verdadera, de tener el “lugar más selecto del universo,” es servir a otros y hacer cosas por ellos . No sólo no se jacta de Su grandeza, sino que la usa a nuestro favor y a través de lo que Él hace, nos permite descubrir cuán grande es Él.

El amor de Dios no es arrogante (delicadamente atento, no prepotente)—Usa Su lugar de preeminencia y poder en el universo, Su magnífica e imponente majestad no para permanecer distante de nosotros o altivo sino para darnos dignidad, auto-estima y valor mediante Su atención. No es arrogante ni distante. En vez, Él se inclina, agachándose en la manera que lo hace un adulto para hablar amablemente con un niño, con el fin de relacionarse con nosotros a nuestro nivel. Él viene a nuestro mundo aún cuando vivimos a mundos de distancia.

El amor de Dios  no es impropio  (correcto en Su comportamiento, no excéntrico)— En todas las situaciones únicas de nuestras vidas, Dios siempre hace lo que sabe que más nos conviene y lo que funciona perfectamente. La forma en que expresa Su  amor por nosotros nunca nos causará vergüenza. Él es sobrenatural, no raro. Nos ofrece sensatez de mente y corazón, no peculiaridad.

El amor de Dios no es egoísta (generoso, no busca lo suyo)—El Señor no nos ama
por lo que pueda sacar de la relación; nos ama por lo que Él sabe que puede darnos. No busca lo que mejor funciona para Él; opta por lo que mejor funciona para nosotros. Es como un especialista en matemáticas en una universidad que se ofrece ayudarle a un alumno de cuarto año de primaria, con una tarea de aritmética. De no ser el simple placer de hacer algo por el bien de los demás, no hay ningún otro beneficio posible.

Es por so que Hoy..veré nuevas facetas del amor divino.

Señor, gracias por dejarme ver esas nuevas facetas del amor tuyo y quiero caminar en ese amor. En el Nombre de Jesús. Amén.

Dr. Daniel A. Brown.
Disfrute tu diario vivir.