Yo soy el Señor tu Dios; yo te enseño lo que es para tu bien, yo te guío por el camino que debes seguir” Isaías 48:17.

Desde niño me inscribieron en una escuela para que aprendiera la educación y los caminos a seguir para el momento en que fuera grande.

Nunca entendí el verdadero propósito de la escuela mientras fui niño. Cuando joven aún no estaba muy convencido.

Cuando llegué a adulto comprendí el verdadero significado de la educación. Sin embargo, aunque doy gracias por los momentos pasados en la escuela y el colegio, ninguno de esos momentos son comparables con los instantes más preciosos que he pasado siendo enseñado por Dios. Si, el único Dios , creador de todo cuanto existe, promete enseñarnos para nuestro bien.

Dios es el maestro por excelencia, es el maestro de maestros. El nos enseña las lecciones precisas y concisas. Él no da vueltas por la vida ni hojea papeles para ver en que gasta el tiempo mientras suena la campana del receso. Él tiene todo lo exacto y preciso.

Todas sus enseñanzas son para nuestro bien y además nos guía en el camino que debemos seguir. Hoy, quiero ser su alumno. Hoy quiero verlo con los ojos de mi alma y sentarme a sus pies para buscar de él la orientación necesaria.

El Señor hoy me enseñará para mi bien y me guiará por el camino correcto. Sus enseñanzas no son dadas en un aula de clase. Su salón de clase es la casa, la calle, la oficina, el mercado o el carro. El no está confinado a un lugar. Jesús mismo enseñó debajo de un árbol, a la orilla de la playa o en las calles. Aún lo sigue haciendo.

Hoy yo necesito estar muy dispuesto a escuchar su clase y participar en ella sabiendo que en la próxima esquina podré tener la mejor lección de mi vida. No es nuestro camino, sino el camino de él. No seremos especialistas en una materia, sino en la vida misma.

Las lecciones de Dios para mi vida hoy, quedarán grabadas no en hojas cuadernos, sino en las tablas de mi corazón y su Santo Espíritu escribirá con tinta que jamás se borra. No son lecciones para ser memorizadas, sino para ser entendidas. Su dirección es perfecta y por su supuesto que sus caminos son rectos.

“ Señor, Gracias por tu bondad. Gracias por ser el Maestro de Maestros. Gracias por tu promesa de enseñarme para mi bien y de guiarme por el camino correcto.

Ayúdame Señor a caminar en ese sendero y a no ignorar jamás las lecciones preciosas que me das. Hoy lo que necesito es sensibilidad espiritual para no ignorarte y espíritu de sabiduría y revelación para encontrar esos tesoros que forjarán mi vida.
Que jamás la sumisión y el deseo de aprender de ti se pierdan en mi, Oh Señor. Amén.

Dr. Serafìn Contreras Galeano.
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