Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. — Romanos 8:26

 

No es que la oración sea un juego, o que los asuntos abrumadores de la vida real no afecten al Señor más que una práctica de básquetbol. Pero el aprender a orar dentro de un ambiente seguro, motivador y lleno de afecto de Su amor, recordando que Él es quien hace el verdadero trabajo, es mucho más útil que pensar que Él no hará nada a menos que siempre hagamos nuestra parte exactamente como debe ser.

La oración es uno de los recursos más personales y poderosos que el Señor nos ha dado y es un regalo para gozar a través de lo que Jesús llevó a cabo a nuestro favor. De hecho, esa verdad es la siguiente lección que debemos recordar tocante a la oración: Todo lo que hagamos en la vida, tenemos que hacerlo “en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre” (Colosenses 3:17).

Jesús nos dice que le pidamos al Padre cualquier cosa, pero que lo hagamos en Su nombre, en el nombre de Jesús. Jesús es el nombre que está “muy por encima de…todo nombre que se nombra”  “Y en ningún otro hay salvación”. Su nombre es el único en el cielo o en la tierra en el cual podemos ser salvos.

Cuando en la culminación de los tiempos Dios reestablezca Su completo gobierno sobre los cielos nuevos y la tierra nueva, toda rodilla se doblará en el nombre de Jesús, reconociéndolo como Señor sobre todo.
La razón por la cual nuestras oraciones son escuchadas por Dios no es por lo que nosotros somos capaces de hacer, por lo correctamente que hemos logrado vivir, o por con cuanta gracia dijimos: “¡Por favor!”.

Dios oye nuestras oraciones sólo porque vamos a Él en el nombre de Jesús, con el privilegio y la autorización que nos ha dado. Somos como jóvenes adolescentes que van de compras con la tarjeta de crédito de su mamá; su nombre está en la tarjeta porque ella es quien tiene buen crédito y paga las cuentas. Nuestro nombre, como el del joven de catorce años, no se encuentra en ninguna tarjeta de crédito espiritual; nuestro nombre escrito en un pagaré no nos permitiría salir de la tienda con un nuevo par de zapatos.

Por eso se que en este día en medio de mi debilidad que me impide orar correctamente, el Espíritu Santo me asistirá.

Señor, Gracias por darme tu amor, protección y guía. Hoy, me acercaré a ti con confianza, en el Nombre de Jesús. Amén.

Dr. Daniel A. Brown.
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