El que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Gálatas 6:8.

Alguien pensará que sembrar es una ocupación vana porque depositamos buen trigo en la tierra y ya no lo vemos más. Sembrar para el Espíritu puede también parecer una quimera, un sueño, porque nos negamos a nosotros mismos y en apariencia nada recibimos.

Mas si sembramos para el Espíritu procurando vivir para Dios, obedeciendo su voluntad y esforzándonos en fomentar su gloria, nuestra siembra no será infecunda. La vida será nuestra recompensa: la vida eterna. Ahora bien, esta vida la poseemos tan pronto como comenzamos a conocer a Dios, entramos en comunión con Él, y nos gozamos con Él. Esta vida sigue su curso como un río que va ensanchándose y profundizando hasta llevarnos al océano de la felicidad infinita donde la vida de Dios nos pertenece para siempre. 

No sembremos hoy para nuestra carne porque la siega será corrupción, ya que la carne siempre tiende a eso; antes por el contrario, venciéndonos a nosotros mismos con la santidad, vivamos para fines más elevados, más puros y espirituales, buscando la gloria de nuestro Dios por la obediencia a su Espíritu de gracia.

Qué siega tan admirable será la siega de la vida eterna! ¡Qué gavillas de bendición eterna recogeremos! ¡Qué día de fiesta el día de tan hermosa siega! Si todo lo que se siembra se cosecha, entonces hoy quiero sembrar para las cosas del Espíritu sabiendo que eso producirá fruto espiritual.

¡Señor, concédenos por amor de tu Hijo, que seamos del número de estos afortunados segadores! Amén.

Charles Spurgeon
Libro De Cheques Del Banco De La Fe.