Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. — Lucas 15:7

Los ángeles en el cielo celebran con gozo cada vez que alguien se arrepiente. ¿Es esto  debido a un tipo de auto-complacencia jactanciosa que ellos sienten cuando un pecador se da cuenta de que los ángeles tuvieron la razón todo el tiempo? ¿Están felices porque un humano está arrastrándose y retorciéndose avergonzado?

No. Celebran como el pastor que encuentra a su oveja perdida, o como la mujer que encuentra la moneda que había perdido, porque lo que estaba perdido y fuera de lugar fue restaurado y llevado a donde siempre perteneció.
Recuerda, tú y yo le pertenecemos al Señor; esa es la razón por la que Él nos hizo.

Cuando Juan el Bautista retó a los fariseos a dar “frutos dignos de” su supuesto arrepentimiento, no nos estaba diciendo a todos nosotros que necesitamos probar que estamos realmente arrepentidos. Les estaba advirtiendo contra la presunción de que su linaje espiritual era todo lo que necesitaban, y que entonces podían ir y observar a todos los demás que necesitaban arrepentirse.

Los frutos se dan por el arrepentimiento, pero no podemos forzar el fruto por medio de nuestros esfuerzos carnales para “ser mejores.” Somos llamados al arrepentimiento porque éste nos lleva a un desarrollo espiritual maravilloso en nuestra vida. El verdadero arrepentimiento quita el pesar impotente que las personas sienten por las obras malas que han hecho y lo sustituye por una determinación vivificante para su futuro.

El arrepentimiento no es un requerimiento pavoroso, o un grito airado de la condenación que debamos amontonar sobre nosotros mismos. Más bien, es una invitación que Dios nos extiende para librarnos de las cosas de nuestra vida diaria que están fuera de Su orden. El Señor nos urge a ser “celosos” para arrepentirnos, y a que de todo corazón deseemos oportunidades para hacerlo, porque éstas nos llevarán a ser entrenados, moldeados y enseñados por El.

El arrepentimiento es una oportunidad para reorientarnos, tantas veces como sea necesario, con el fin de permanecer en el camino. Jesús, quien vino a “destruir las obras del diablo,” quiere guiarnos a que nos arrepintamos una y otra vez, hasta que, esos lugares en nuestro corazón y mente donde el enemigo ha clavado su odiosa garra, sean liberados y rotos.

El verdadero arrepentimiento es otra de las provisiones maravillosas y milagrosas que Dios nos concede para que todo en nuestras vidas sea reordenado de acuerdo con Su plan original para aquellos a quien Él ama tanto y tan profundamente.

Hoy al arrepentirme se que habrá gozo en el cielo.

Señor gracias por amarme de tal manera que me perdonas y me recibes en tus brazos. Por eso mi amor hacia ti siempre crece. Amén.

Dr. Daniel A Brown.
Disfrute Tu Diario Vivir.