El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca. — Lucas 6:45

Si alguna vez te has preguntado por qué te sientes torpe o tonto mientras adoras, o por qué te sientes apenado, la explicación es sencilla. El mundo a nuestro alrededor se sale tanto del tono de la partitura original del Señor que la voz de cualquiera que lo adora sobresale de la multitud que forma el coro.  Esto es parte del problema ¿no?.

A la mayoría de nosotros no nos gusta ser diferentes de quienes nos rodean, lo cual es una de las razones principales por las que no adoramos con la frecuencia o con la libertad que podríamos. Cuando nuestro espíritu quiere que levantemos la voz o las manos en alabanza, nuestra timidez con frecuencia intenta rechazar la idea.

Podemos pensar más fácilmente en estar en la presencia de otros que en la presencia del Señor.
Lo que es más, el mundo natural, especialmente nuestra propia mente, considera que la verdad de Dios es tonta e insignificante, una pérdida de tiempo. Puesto que la adoración expresa agradecimiento por los caminos de Dios, nuestro viejo yo piensa que es doblemente tonta. Nuestro sentido común nos reta con dos preguntas: ¿Qué beneficio crees que van a hacerte esas pequeñas verdades? Y ¿Realmente quieres que todos sepan que estás confiando en remedios invisibles?

Cuando caminas con el Señor confrontas esas mentiras una y otra vez. La adoración es una de las mejores formas de vencer las dudas porque proclama:  “¡Sí! Yo creo.”

¿Supones que la intención de Dios es que la adoración sea una actividad torpe para nosotros?  En otras palabras, ¿la adoración es ajena a cómo nos creó el Señor, o algo de nuestra constitución original nos ha sido robado?

Puesto que la adoración es el idioma que Dios nos ha dado para capacitarnos a expresarle nuestra devoción a Él y ya que  hay que amarlo con todo nuestro ser, cuerpo, alma y espíritu, es lógico que la adoración sea una presentación de nuestro corazón, alma, mente y fuerza [cuerpo].

La adoración comienza en nuestro corazón y se derrama a nuestros labios porque lo que expresamos sale de lo que nuestro corazón está lleno.  Entre más esté nuestro corazón lleno de adoración y deleite en Dios, más vamos a querer declararlo.

La adoración es una de las mejores formas de vencer las dudas porque proclama: “Sí, yo creo.”

Gracias Señor, Porque desde mi corazón te entrego el tesoro de mi adoración a Dios. Amen.

Daniel. A Brown.
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