“La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”. 2 Corintios 7:10.

Uno de los principales retos que tenemos en nuestro diario caminar es continuar interpretando las palabras de Dios hacia nosotros, con base en lo que Él quiere hacer por nosotros, en lugar de lo que nosotros podríamos imaginar que Él quiere que nosotros hagamos para Él. De lo contrario, nos perderemos de lo que tiene en mente.

Nosotros sólo vemos nebulosamente y siempre estamos tentados a creer que Dios es un Juez demandante y exigente. Por consiguiente, muchos de los términos que los cristianos usan para hablar de los caminos del Señor se atascan en verdades a medias y nos dejan con la impresión equivocada de que Dios no es tan bondadoso, o por lo menos, que no se interesa en derramar abundantes bendiciones hacia nosotros.

Así que, las definiciones y connotaciones culturales que tenemos para muchos términos bíblicos no coinciden con la forma en que la Biblia los define. Esta es una verdad que siempre querrás recordar cuando leas tu Biblia. Aun cuando crees saber lo que una palabra significa en tu vocabulario natural o religioso, quizá no exprese adecuadamente lo que Dios quiere decir cuando la usa.

La palabra arrepentimiento es un ejemplo perfecto de esta discrepancia. Nuestra cultura ve el arrepentimiento como una medicina que sabe horrible, una experiencia muy incómoda y humillante que debemos soportar periódicamente, como pasar un día entero en el hospital vestidos con una de esas vestimentas tres-cuartos (que le falta la corbata), para hacerse un examen médico general.

Esperamos y anticipamos el arrepentimiento de igual manera que lo hacemos con una endodoncia. Que se nos diga que nos arrepintamos se siente como ser sorprendidos y enviados a nuestro cuarto hasta admitir lo malos que somos. El tono de voz que oímos cuando pensamos en arrepentimiento es probablemente enojado, severo y hostil.
Lo asociamos más con la intimidación que con algo que inspira. El arrepentimiento conjura imágenes de profetas del día del juicio final llevando pancartas que anuncian el fin del mundo, o de instructores frustrados que casi se les agota la paciencia con nuestra incapacidad persistente para desempeñarnos adecuadamente.

Cuando pensamos en Juan el Bautista, el principal personaje de la Biblia asociado con arrepentimiento, nos imaginamos a una persona parecida a un hombre de las cavernas, fornido y con barba, vestido con pieles de animales, apuntando con dedo amenazador a los rostros de las personas y gritando: —“¡Arrepiéntanse!”. Los pocos ejemplos de la vida real que la mayoría de nosotros hemos visto en las esquinas de la calle, o en las plazas públicas de alguien diciéndoles a todos los demás que se arrepientan, no nos han ayudado a querer recibir esa provisión maravillosa del Señor.

Los que censuran el pecado de todos los demás y airadamente les demandan que se reformen comunican una actitud de “(yo soy) mas santo que vosotros” que está completamente fuera de armonía con la misericordia clemente del Señor.

Su llamado al arrepentimiento está basado en la vergüenza, quieren que nos demos cuenta de lo malos que somos y que lo admitamos. Tal noción de arrepentimiento se enfoca en nuestras fallas y carencias, como si el punto principal fuera poner nuestras maldades en exhibición como un montón de ropa sucia. No es de sorprenderse que queramos cruzar la calle para alejarnos de sus gritos estridentes y de sus demandas airadas.

Hoy sin embargo el Señor me llama al arrepentimiento desde su perspectiva de misericordia y amor profundo.

Señor, hoy quiero arrepentirme de mis malos caminos y desobediencia para empezar a caminar en tu sendero. En el Nombre de Jesús, Amén.

Dr. Daniel A Brown.
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