…y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la Ley… — Filipenses 3:9

 

El amor movió a Dios a crearnos; el amor movió a Dios a rescatarnos y a perdonarnos; el amor movió a Dios a salvarnos. Pero el amor por sí mismo no podría haber completado el trabajo.

El amor fue el motivo, pero la gracia fue el medio. A causa de nuestro pecado, nosotros estábamos en un aprieto, separados de Dios y de Su plan para nuestra vida. A causa del pecado original de Adán, y de nuestra desobediencia continua, la muerte reinó en la tierra .

Estuvimos atrapados en la “corriente de este mundo” como ramas diminutas arrastradas por un río desbordante. Estábamos en una condición desesperada. Sin ayuda, nada podíamos hacer al respecto, nada para cambiarlo.

El interés acumulado en nuestra deuda por el pecado era tanto que aun si milagrosamente lográramos no volver a pecar por el resto de nuestras vidas, aun así nunca podríamos esperar pagar lo malo que habíamos hecho.

La suma total de nuestras así llamadas “obras justas” llegó al valor de un viejo saco que huele a polvo en una tienda de segunda mano. No teníamos ninguna rectitud en nuestra cuenta que proviniera de nosotros por cumplir con la Ley , y los certificados de deudas, los pagarés espirituales decretados contra nosotros, eran absolutamente impagables con nuestros propios recursos.

Ahí es cuando la gracia entró en escena. Cuando estuvimos “muertos en nuestros delitos,” Dios nos dio vida “habiendo cancelado el documento de deuda” y “clavándolo en la cruz.” .

La gracia de Dios envió a Jesús como Expiación para morir en nuestro lugar. Como resultado de ese hecho, ahora estamos libres de deudas. Hemos sido liberados del “dominio de las tinieblas” y transferidos al reino de Dios; la consecuencia de esa gracia ha sido regresarnos a la vida en un estado perpetuo de haber-sido-perdonados.

¿Por qué querría hacer Dios algo tan extremo? ¿Por qué estaría dispuesto a perdonar tantas deudas masivas y a dejar en ceros la hoja del balance de la cuenta total de nuestras vidas? ¿Qué propósitos eternos cumple con esto?

Primero, Dios hará lo que sea para tenernos en Su vida para siempre. Él pagó el precio más alto posible con el fin de asegurar nuestro rescate, la vida de Su único Hijo .

Sea como sea, Él siempre nos quiere cerca, así que la gracia de Dios “nos sentó” con Él y con Jesús  “en los lugares celestiales” como una declaración eterna del lugar que ocuparemos por toda la eternidad.

Segundo, Dios quiso enviar un mensaje eterno que resonaría a lo largo de todos los tiempos. Quiso convencer a todos, sin lugar a dudas, de que Él tiene una riqueza inconcebible de gracia.

Es por eso que hoy me conectaré con la Gracia y El Amor.

Señor Gracias no solo por darme tu amor sino también la gracia. Amén.

Dr. Daniel A Brown.
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