“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” — Romanos 6:23

Otro de los temas que Dios introdujo al mundo después de que surgió el pecado fue el sacrificio. El sacrificio siempre ha sido una forma de mantener la relación cercana de Dios con Su pueblo. El sacrificio está directamente atado al perdón. El pecado siempre actúa como una cuña; su presencia siempre separa a las personas.

El pecado, como el opuesto exacto de lo que Dios quiere, alejó a nuestra raza de Él. Trajo la muerte, así que Dios tuvo que encontrar la manera de quitar el pecado de nuestras vidas. De otra forma no había posibilidad de mas acercamiento. Por consiguiente, Él implementó una manera en que las personas se libraran de sus pecados al transferirlos a un animal.

El animal que cargaba con el pecado era sacrificado, llevado a la muerte, como una ofrenda por la culpa. (Lee Levítico 1:4, 4:13-21; 5:15- 16.) La paga del pecado siempre es la muerte. En el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, cuando la culpa era pagada por un animal sacrificado, la multa por la muerte ya no tenía que ser pagada por la persona culpable. Este proceso era llamado expiación, “cubrir y limpiar el pecado con la sangre de otro.”

La expiación que Dios nos ofrece mediante el sacrificio de Su Hijo nos otorga perdón y libertad para siempre.

¿Alguna vez has escuchado hablar del chivo expiatorio?

Generalmente usamos este término para describir a alguien que paga las consecuencias y carga con el castigo que otro merecía. En realidad,  ése no es el significado original. De hecho, eso es lo opuesto al significado que se le da en el pasaje de la Biblia de donde fue tomado.

La palabra chivo expiatorio viene de uno de los detalles específicos que Dios dio acerca de la expiación.

La Ley, que alertó a las personas de sus incontables defectos, y sus sacrificios, que temporalmente limpiaba las manchas de las personas, jamás pudo hacer a nadie permanentemente perfecto (sin pecado).

Jesús vino al mundo expresamente para ofrecerse a Sí mismo como el sacrificio para “destruir” el pecado de una vez por todas (Hebreos. 9:26; 10:11-14). A causa de la expiación de Jesús por nuestros pecados, Dios nunca más se acuerda de nuestras maldades ni las toma en cuenta cuando trata con nosotros.

Gracias Dios, por Perdonarme de tal manera que nunca más te acuerdas de mi pasado.  Ayúdame hoy a vivir en ese Perdón. En el Nombre de Jesús. Amén.

Dr. Daniel A. Brown.
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