En cierta ocasión, durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última:”Cómo se llama la mujer que limpia la escuela?”

Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, unos 50 años, pero ¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el exámen sin contestar la última pregunta.

Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría la calificación. “Definitivamente -contestó-. En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes.

Ellas merecen su atención y cuidado, aun si estedes solo le sonríen y dicen: ¡Hola!”

Nunca olvidé esa lección, y supe luego que su nombre era Dorothy. Todos somos importantes
Este es un curso acelerado de relaciones humanas en el trabajo.

A propósito, ¿ya se hizo la misma pregunta?

Pobres y ricos, esclavos y ciudadanos, comerciantes y soldados, hombres y mujeres, sanos y enfermos, negros y blancos, etc., todos, absolutamente todos, somos iguales ante Dios.

Job 34:19
El Creador “no ha dado más consideración al noble que al de condición humilde, porque todos ellos son la obra de sus manos”