¿Has llegado al punto donde sientes que vas a estallar si no logras liberar las cosas que se han ido acumulando por dentro?

¿Tienes a alguien a quien sientes que puedas confiar estos, a veces delicados, temas?

Yo llamo a esta persona mi “Pararrayos”. Permíteme algunos minutos para explicar lo que significo con Pararrayos, de modo que no necesites salir a buscar interpretación.

Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. 1 Corintios. 10:10

El rezongar y el mal espíritu crecen al ser ventilados. Necesitamos tener formas de tratar con ciertas cosas en nuestras vidas sin rezongar y sólo descargarlas en quien sea que podamos encontrar que nos escuche. Incluso cuando nos encontramos rezongando y maldiciendo a alguien en nuestra mente, no podemos permitir que esto continúe. Debemos intentar detenerlo activamente: tratar con ello. Necesitamos resolver la situación; no sentarnos y rezongar. Pero necesitamos hacerlo de tal manera de que, si es posible, no perdamos a nadie en el trayecto.

Mateo 26: 6-13  Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que donde quiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
Los doce se indignaron y comenzaron a rezongar. Uno de ellos no sobrevivió;  sucumbió a la presión. Se rindió a la tentación, al dinero, y salió a traicionar a Jesús.
… entonces uno de los doce, Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes … Mateo 26: 14

Al final, ¿cuántos de los discípulos lo lograron? Solamente once sobrevivieron a los rezongos, pero uno no. Judas no sobrevivió a estos rezongos en Mateo.

Si deseamos ser supervivientes, necesitamos aprender a mantenernos libres del rezongo y las quejas.  No podemos permitir que esto contamine nuestras vidas.

Siempre procura tener un pararrayos en su vida. Tal como se necesita un tablero de fusibles para proteger nuestros equipos eléctricos de corrientes y sobrecargas, necesitamos un pararrayos en nuestras vidas para que reciba la sobrecarga que nos impacta y que la descargue a tierra.

Un pararrayos recibe la corriente eléctrica de un relámpago y lo conduce a tierra. De igual manera, necesitamos un pararrayos que tome cualquier sobrecarga que haya en nuestras vidas y la conduzca a tierra.

Necesitamos poder decirle: “Mira, si te vomito, descárgalo a tierra. Necesito alguien a quien yo pueda expresar mi dolor y simplemente liberar cosas; pero necesito que tú lo descargues a tierra. Necesito que no lo  cargues  sobre tus hombros y lo lleves”.

Si un rayo impacta y no hay pararrayos que lo descargue a  tierra, es sólo un conducto que lo pasa de una persona a otra, y en su camino puede freír a nueve personas. Ahora, puede que ocho de estos nueve sobrevivan, pero quizás uno no lo haga.
Por eso es primordial que nosotros, como líderes, tengamos pararrayos en nuestras vidas.  Es importante que nosotros tengamos a alguien con quién podamos exteriorizarlo todo, sabiendo que estará dispuesto a darnos buen consejo. Pero también debemos saber que lo que hemos descargado no se diseminará. Esa persona no tomará esa ofensa sobre sus hombros, ni la cargará. Podrá asistirnos y después de ello enterrará lo que sea, en ese mismo momento y lugar.

Cerciórate de que tu pararrayos descargue bien a tierra, o terminará quemándote a ti y a muchos otros alrededor de ti.

Aquí hay un buen consejo, para que no tengas que aprenderlo de manera difícil como yo. Ésta es una de esas oportunidades para “aprender de la experiencia de otros, antes que por tus propias consecuencias”.

Mi esposa no es mi pararrayos. Si yo comparto con ella que fulano de tal me hirió, debido a que ella me ama demasiado, sufre y se enoja. Luego, si esta persona llama y se disculpa, pero me olvido de decirle a mi esposa, la próxima vez que ella vea a esta persona se va a molestar y no podré entender por qué.

Yo comparto todas estas cosas con mi esposa, pero las comparto desde el lado victorioso.

Si tu tienes la responsabilidad y el privilegio de ser un pararrayos para alguien, adminístralo bien.

Pastor Wayne Cordeiro.

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