“El mejor maestro no es el que nunca ha sido herido, sino aquel que muestra las cicatrices”.

Serafín Contreras G.

Salmo 32:1-2

Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.

 

Salmo 32:5

Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.