Había un industrial cuya línea de producción se detuvo inexplicablemente, costándole millones de libras esterlinas al día.  Finalmente pudo localizar a un experto que, sacando un destornillador, apretó un tornillo y luego, mientras la fábrica volvía a la vida, le presentó una factura por 10,000 libras esterlinas.

Ofendido, el dueño de la fábrica exigió una versión pormenorizada de la factura; el experto no tuvo problema en dársela:

Por apretar el tornillo: 1 libra esterlina

Por saber qué tornillo apretar: 9,999 libras esterlinas

Total: 10,000 libras esterlinas

Oliver Burkeman en “El Fin de Semana del Guardián”, 13 de agosto de 2011

Fuente: rogerdarlington.me.uk

La narración de hoy nos presenta un principio que he visto realizarse varias veces a través de mi carrera profesional.  De hecho, recuerdo una anécdota similar de un ingeniero electrónico amigo mío haciendo esencialmente lo mismo en una fábrica local hace muchos años.  Lo cierto es que todos necesitamos comprender es que no sólo pagamos un servicio que se nos brinda sino también el conocimiento y experiencia (y el costo de adquirirlos) que la persona nos da.  Si bien es cierto que nunca animaremos a nadie a cobrar en exceso, la Biblia es clara cuando indica que el “obrero es digno de su salario” y ese salario es, en última instancia definido (ó por lo menos aceptado) por el obrero mismo.  Sepamos ser generosos al pagar los servicios de otros y moderados al cobrar los nuestros… como una manera de bendecir a quienes nos rodean.

Adelante y que Dios les bendiga.

Raúl Irigoyen

El Pensamiento Del Capellán